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Elegir desde el alma: Reconocer las programaciones de nuestro linaje para vivir en coherencia

  • Foto del escritor: Florencia Zúñiga
    Florencia Zúñiga
  • 13 may
  • 4 Min. de lectura
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Desde que nacemos, comenzamos a formar parte de un sistema que nos antecede. Un entramado invisible de historias, creencias, miedos, mandatos y formas de amar que no empezaron con nosotros, pero que siguen influyendo silenciosamente en nuestras decisiones. Este sistema se llama familia, y entender cómo opera a nivel profundo es uno de los pasos más poderosos hacia la coherencia interna.


Mucho de lo que consideramos “elecciones personales” están en realidad moldeadas por programaciones familiares. Estas programaciones no son malas ni buenas; simplemente son adaptaciones que generaciones anteriores hicieron para sobrevivir, encajar o pertenecer. El problema surge cuando, por lealtad invisible, vivimos vidas que no nos corresponden.


¿Realmente lo deseo o lo repito?


Tomemos el ejemplo de tener hijos. ¿Cuántas personas han sentido que “deben” ser madres o padres porque “es lo que se espera”? En muchos linajes, ser madre o padre no fue una elección, sino una obligación. No se hablaba de deseo, de proyectos de vida personales, ni de expansión individual: se hablaba de cumplir con un rol. Cuando esa energía no se cuestiona, puede transmitirse como mandato. Así, una mujer puede anhelar profundamente viajar, crear, estudiar o vivir una vida diferente, pero sentir culpa por no “cumplir” con su rol familiar. En hombres, ocurre algo similar: la expectativa de “proveer” puede ahogar otras formas de presencia, sensibilidad o expansión personal.


Otro ejemplo muy común se da en la elección de una carrera. Hay familias donde se premian ciertas profesiones (medicina, abogacía, ingeniería) como sinónimo de éxito, seguridad y validación. Pero, ¿qué pasa cuando alguien dentro del sistema siente un anhelo profundo por el arte, por el trabajo social, por la música o por emprender de formas menos tradicionales? Muchas veces, aparece el miedo, el juicio y hasta el boicot interno, porque algo dentro nuestro dice: “Si me salgo del molde, no pertenezco”.


En algunos linajes, especialmente donde hubo migraciones, guerras o pobreza, el esfuerzo y el sacrificio se convirtieron en virtudes. El descanso, el disfrute o la calma eran mal vistos o asociados a vagancia. Así, generaciones siguientes pueden sentir que “no tienen derecho” a una vida más liviana, a ganar dinero con algo que aman, o a vivir con abundancia sin esfuerzo extremo. Por eso, una persona puede inconscientemente sabotear sus propios logros, postergar sus vacaciones, o no permitirse disfrutar el presente… solo por lealtad a quienes no pudieron hacerlo antes.


Muchas veces repetimos formas de vincularnos que vimos en casa, incluso si decimos “yo nunca seré como mi madre” o “yo no toleraría lo que toleró mi padre”. Pero las creencias se heredan más por lo no dicho que por lo que se dice. Si creciste viendo relaciones basadas en dependencia, silencio, abandono emocional o infidelidad, tu cuerpo puede registrar ese patrón como “amor”. Así, sin darte cuenta, eliges parejas desde esa memoria emocional. Cambiarlo requiere una mirada profunda: no para juzgar a tus ancestros, sino para honrar lo vivido… y actualizar lo que hoy sí es posible.


Entonces… ¿Qué es la coherencia verdadera?


Ser coherente no significa vivir sin miedo o sin dudas. Significa reconocer desde dónde estamos tomando nuestras decisiones: ¿desde un deseo genuino o desde una programación heredada? Alinear nuestros anhelos con nuestras acciones implica mirar hacia atrás, no con reproche, sino con comprensión. Porque solo honrando lo que fue, podemos decidir lo que será.


Ser coherente también implica una valentía amorosa: la de elegir distinto. Y elegir distinto no es traicionar al sistema familiar, es expandirlo. Cada vez que alguien se atreve a sanar un patrón, está abriendo caminos nuevos para los que vienen después.


Ejercicio práctico: “Mi mapa de lealtades invisibles”


Toma una hoja y dibuja dos columnas. En la primera, escribe: “Lo que se esperaba de mí”. En la segunda, “Lo que yo realmente anhelo”.


Ahora responde estas preguntas para cada aspecto de tu vida:


  • ¿Qué se esperaba en mi familia sobre el trabajo, la maternidad/paternidad, el dinero, las relaciones?

  • ¿Qué frases escuchaba de niño/a sobre estos temas? (“primero estudia, después disfruta”, “hay que sacrificarse por los hijos”, “los hombres no lloran”, etc.)

  • ¿Qué siento que “debo hacer” aunque no me nace?

  • ¿Qué elegiría si no tuviera miedo a decepcionar a nadie?


Mira ambas columnas y observa dónde hay tensión o contradicción. Allí donde duele, suele haber un punto de lealtad. Puedes terminar el ejercicio con una frase sanadora como:“Honro lo que ustedes vivieron, y me permito elegir desde el amor a mi verdad.”


Haciendo énfasis en las múltiples y diferentes experiencias que he visto a lo largo de estos 10 años en entrega de terapia, no hay detox, meditación ni práctica espiritual que reemplace la paz de ser honesto contigo. De serte fiel. Porque cuando vivimos para complacer al resto o siguiendo lo que “deberíamos hacer”, el cuerpo se resiente, la mente se agota y el alma se apaga.


Pero cuando empezamos a escucharnos de verdad —con respeto, sin juzgarnos— algo cambia. Volvemos a sentirnos. A encontrarnos. Y desde ahí, sí, todo lo demás empieza a tener sentido: las prácticas, los rituales, incluso el silencio.


La coherencia no es hacerlo todo perfecto, es simplemente elegirte.Eso es - realmente es - un acto profundo de sanación.


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