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El Lenguaje no verbal: lo que decimos cuando no hablamos

  • Foto del escritor: Florencia Zúñiga
    Florencia Zúñiga
  • 27 may
  • 7 Min. de lectura
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Aunque solemos pensar que la comunicación ocurre principalmente a través de las palabras, lo cierto es que el cuerpo humano está constantemente hablando. De hecho, desde la psicología sabemos que más del 70% de nuestra comunicación es no verbal. Esto significa que incluso en silencio, estamos emitiendo mensajes: a través de la postura, los gestos, el tono de voz, las microexpresiones y hasta el ritmo de la respiración.


El lenguaje no verbal está profundamente conectado con nuestro sistema nervioso autónomo, por lo que muchas de sus manifestaciones son inconscientes. Es por esto que puede reflejar con bastante fidelidad nuestro estado emocional, incluso cuando intentamos ocultarlo con palabras. Al observar con atención, podemos identificar cuándo alguien está nervioso, incómodo, motivado o en confianza, más allá de lo que verbaliza.


Desde la psicología, este tipo de lectura corporal nos permite comprender cómo se construyen las relaciones humanas, cómo se generan vínculos de poder, cómo se activa la empatía y también cómo se manifiestan las emociones reprimidas. En procesos terapéuticos, por ejemplo, muchas veces una palabra dicha con rigidez corporal puede ser interpretada de forma muy distinta a la misma palabra dicha desde una postura relajada y abierta. El cuerpo habla incluso cuando la boca calla.


Uno de los aspectos más reveladores del lenguaje no verbal son los llamados micromovimientos. Se trata de gestos muy pequeños, casi imperceptibles, que delatan reacciones emocionales genuinas. Un ejemplo muy común es la microexpresión de desprecio, que se puede identificar por una leve asimetría en la comisura de los labios. Este gesto, aunque dure apenas una fracción de segundo, suele estar presente en contextos donde alguien siente superioridad o juicio hacia otra persona.


También existen movimientos corporales que se repiten de forma automática en situaciones sociales: cruzarse de brazos, mover las piernas de forma nerviosa, jugar con objetos, mirar hacia abajo o ladear la cabeza. Todos estos gestos van creando una narrativa invisible que acompaña –y muchas veces contradice– lo que se dice verbalmente. Por ejemplo, en contextos laborales o afectivos, es habitual detectar contradicciones entre el discurso y la corporalidad. Esto se traduce en sensaciones de “algo no me calza”, aunque no sepamos exactamente qué.


Desde una perspectiva más profunda, el lenguaje no verbal también refleja patrones relacionales que hemos aprendido desde pequeños. Algunas personas tienden a ocupar muy poco espacio corporal, encogiéndose o cruzando brazos y piernas de forma constante. Esto puede estar asociado a inseguridad, miedo a ser visto o una historia de crítica temprana. En cambio, hay quienes usan su cuerpo de forma expansiva, gesticulan con fuerza o caminan con pasos firmes, lo cual puede estar relacionado con una historia de afirmación, pero también con necesidad de control o defensa.


En este sentido, observarnos a nosotros mismos también es clave. ¿Cómo nos sentamos cuando hablamos con alguien importante? ¿Qué hace nuestro cuerpo cuando sentimos rabia o vergüenza? ¿Cómo cambia nuestro tono de voz cuando queremos agradar o imponer? El lenguaje no verbal no solo se trata de “leer a otros”, sino también de comprendernos más profundamente.


Una mirada más aplicada permite usar este conocimiento para mejorar nuestras relaciones. Por ejemplo, saber que una postura abierta, contacto visual moderado y una respiración pausada pueden aumentar significativamente la percepción de confianza en una conversación. Estas herramientas son útiles tanto en entrevistas de trabajo como en encuentros afectivos o incluso en momentos de conflicto.


Finalmente, el cuerpo tiene memoria emocional. Muchas veces, cambiando pequeñas posturas o entrenando la conciencia sobre ciertos gestos, podemos generar nuevas dinámicas internas. De ahí que los terapeutas que entendemos la importancia del cuerpo en terapia, sumemos algunas que incluyan ejercicios corporales, no como una simple técnica, sino como un camino para desbloquear patrones relacionales anclados en el cuerpo.


LIE TO ME Y LA CIENCIA DETRÁS DEL ROSTRO


Una excelente forma de ilustrar todo esto es a través de una referencia conocida: la serie estadounidense Lie to Me, que se emitió entre 2009 y 2011. En ella, el protagonista Dr. Cal Lightman, inspirado en el psicólogo real Paul Ekman, dirige un equipo que detecta mentiras a través del análisis del lenguaje corporal y las microexpresiones faciales.


La serie popularizó el trabajo de Ekman, quien desarrolló el sistema FACS (Facial Action Coding System), una herramienta que permite identificar emociones básicas a partir de movimientos específicos en los músculos del rostro. Ekman demostró que las emociones como el miedo, la ira, la tristeza, la sorpresa o el asco se expresan de manera universal, sin importar la cultura o el idioma.


A través de ejemplos como entrevistas a políticos, testimonios de víctimas o declaraciones públicas, la serie muestra cómo una leve contracción del entrecejo, un parpadeo acelerado o una sonrisa falsa (sin activación del músculo orbicular en los ojos) pueden ser señales de una emoción reprimida o una contradicción interna.


Aunque Lie to Me lleva estos análisis al extremo televisivo, muchas de las observaciones que presenta tienen base científica real. Por eso, verla con atención puede ser una excelente manera de entrenar la percepción no verbal y desarrollar una lectura más sensible de las emociones humanas.


10 CLAVES PARA DETECTAR MICROEXPRESIONES Y CONTRADICCIONES EMOCIONALES (Versión Extendida)


1. Observar el rostro antes y después de la respuesta verbal: muchas microexpresiones aparecen justo antes de que la persona empiece a hablar. ¿Por qué? Porque el cuerpo reacciona antes que la mente racional logre controlar lo que va a decir. Ejemplo: Si preguntas: “¿Estás bien con este acuerdo?”, y antes de responder la persona frunce levemente el ceño o su boca se aprieta, puede estar sintiendo enojo, duda o molestia, aunque diga “Sí, todo bien”.Las microexpresiones duran entre un cuarto a medio segundo, por lo que hay que entrenar el ojo para percibirlas.


2. Distinguir la sonrisa genuina (Duchenne) de la falsa: la sonrisa verdadera involucra los músculos cigomáticos (en las mejillas) y los orbiculares de los ojos (las famosas “patas de gallo”). Ejemplo: Una persona puede sonreír con los labios, pero si sus ojos no se achinan ni hay movimiento en las mejillas, probablemente esa sonrisa sea social, falsa o forzada.Esto puede ser utilizado para detectar cuando alguien está disimulando incomodidad, tristeza o cuando está fingiendo interés.

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3. Fijarse en los ojos y el parpadeo: los ojos son altamente reveladores. Cambios repentinos en el ritmo del parpadeo o mirar hacia lugares específicos pueden revelar tensión. Ejemplo: Un aumento del parpadeo puede indicar ansiedad. Mirar hacia abajo a la izquierda (en diestros) puede estar asociado a reconstrucción emocional, mientras que mirar hacia arriba a la derecha puede indicar invención visual.No se trata de “atrapar mentiras” con una mirada, sino de identificar señales de incongruencia emocional y poder hablar sobre ellas en el contexto que vengan, ya sea terapia o en un contexto conversacional. 


4. Notar la asimetría facial: las emociones genuinas tienden a activar los músculos faciales de forma simétrica. Cuando una expresión es solo de un lado del rostro, puede ser controlada o falsa. Ejemplo: Si una persona sonríe solo con el lado derecho de la boca, es posible que haya desprecio o ironía.En entrevistas o reuniones, esto es clave para detectar cinismo o dobles intenciones.


5. Detectar gestos de autoconsuelo: tocarse el cuello, frotarse las manos, ajustar la ropa o jugar con el cabello son gestos automáticos que buscan regular una emoción. Ejemplo: Al ser confrontada, una persona puede rascarse la nuca o cruzarse los brazos para calmar la tensión interna. En contexto terapéutico, esto revela más que las palabras: quizás hay miedo, incomodidad o necesidad de protección.


6. Evaluar la congruencia entre cuerpo y discurso: cuando lo que se dice no coincide con lo que el cuerpo expresa, suele haber una contradicción emocional. Ejemplo: Si alguien dice “Estoy feliz por ti” pero su tono es plano, sus hombros caen y no sostiene la mirada, probablemente no esté siendo sincero.Fíjate en el tono, la postura y la energía general. El cuerpo rara vez miente.

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7. Observar la postura y la respiración: el lenguaje corporal no se limita a la cara. Una postura encogida o rígida puede indicar miedo, inseguridad o frustración. Ejemplo: Una persona que se recuesta hacia atrás con los brazos cruzados en una conversación difícil probablemente está a la defensiva. Si además su respiración es rápida o entrecortada, hay tensión o estrés.

Imagina a alguien en una reunión laboral con una postura erguida pero respiración acelerada: podría estar ansioso por parecer competente.


8. Leer microgestos de desprecio o desagrado: algunos de los más frecuentes son: arrugar levemente la nariz (asco), levantar una sola ceja (escepticismo), o elevar una comisura del labio (desdén). Ejemplo: En una conversación de pareja, si uno de los dos frunce apenas la nariz cuando el otro habla, puede haber rechazo oculto. Estas expresiones no son “pruebas”, pero sí señales para profundizar en lo que realmente está ocurriendo.


9. Detectar reacciones fuera de contexto: a veces las emociones que vemos no corresponden al momento vivido, lo que puede indicar desconexión emocional o intención de manipular. Ejemplo: Si en una reunión de trabajo se anuncia un despido y alguien sonríe levemente, podría estar sintiendo alivio o incluso satisfacción oculta. Esa reacción fuera de lugar puede hablar de dinámicas internas más complejas. A veces, la emoción que emerge no es la esperada culturalmente, pero es auténtica. Lo importante es no juzgar, sino observar.


10. Comparar con la línea base de la persona: cada persona tiene un patrón corporal único. No se puede interpretar un gesto sin saber cómo se comporta normalmente. Ejemplo: Si alguien normalmente es muy expresivo y de pronto se vuelve rígido o seco, es una señal de que algo ha cambiado.Observa a la persona en contextos neutros para identificar su línea base. Los cambios son mucho más reveladores que el gesto en sí.


Estas claves no solo nos permiten “ver más allá” en nuestras relaciones, sino que también pueden ser utilizadas en procesos de autoconocimiento. Al observar cómo reacciona nuestro cuerpo frente a ciertas personas, temas o decisiones, podemos descubrir qué partes de nosotros siguen necesitando atención, contención o expresión.


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