

REFLEXIÓN DIARIA DEL EVANGELIO

28 de abril, 2025
II Semana del Tiempo de Pascua
Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 1-8
Había un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo:
«Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta:
«¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabemos de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu».
Reflexión
Renacer de lo alto, del agua y del Espíritu, es decir una vida nueva en Dios para poder participar de su Reino ¡Atención! No debemos entender las palabras de Jesús como una condenación a nuestro cuerpo. Recordemos que hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios. Lo que Jesús recalca es la pertenencia al Espíritu pues en Él se tiene la absoluta libertad cuyas características menciona al final del relato. No hay hombre sobre la tierra capaz de dominar el viento y así, no habrá nadie en el mundo que logre someter a los nacidos del Espíritu, es decir, que solo de esa forma, gozaremos del Reino de Dios porque no nos preocupan más los apegos de este mundo lo que ciertamente es una característica de los son de la carne. Ésta es corruptible y limitada, el espíritu no, de allí la insistencia de Jesús en que aspiremos a los bienes de arriba, donde nada los corroe.
Con la pasión de Jesús estamos todos llamados a morir a estos apegos del mundo para resucitar (o renacer) con una condición nueva propia del que ha sido salvado, del que ha sido perdonado totalmente por amor y que se hace testimonio para los demás.