III Semana del Tiempo de Pascua
9 de mayo de 2025

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 52-59
En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
Reflexión
Vemos que el final del discurso de Jesús sobre el Pan de vida, contiene una temática evidentemente eucarística. Él ya es explícito en que le comamos para que tengamos Vida y así debemos entenderlo, con V mayúscula, porque hace referencia a LA VIDA que el vino a anunciar, a ofrecer y que no es sí Él mismo. Ciertamente la afirmación del Señor resultó controversial para sus oyentes y les plantea la duda de cómo Él se da como alimento, pregunta que en el fondo contiene el interrogante ¿¡Cómo! vamos a comer su carne? ¡eso es irracional… es antropofagia! Pero lo que no alcanzaban a ver ellos era el misterio y legado que daba en sus palabras. Él se quedaría para siempre con nosotros en la Eucaristía para que al comerla participemos de su Vida, al punto de que le pertenecemos plenamente a Él y Él a nosotros.
Así como Jesús vive por el Padre, porque son uno sólo, al recibir la Eucaristía, nosotros vivimos por el Hijo, porque en ese sublime momento, Él es uno solo con nosotros, por lo tanto, con Cristo en nosotros, sólo nos queda, por su gracia, testimoniarlo y darlo a todos aquellos que también necesitan de esa Vida de la que somos portadores.