Martes de la Octava Pascua
22 de abril de 2025

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 11-18
En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella contesta:«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:«¡María!».
Ella se vuelve y le dice.«¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, ande, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos:«He visto al Señor y ha dicho esto».
Reflexión
¿Por qué lloras, a quién buscas? ¿Cuál es la causa de tu dolor? ¿Qué es lo que te apena, que te angustia? Preguntas directas de Jesús que nos ayudan a saber qué nos pasa, y en el fondo… qué buscamos en nuestra vida. A veces respondiendo a estás preguntas nos damos cuenta que esos llantos no tienen base en algo real. Es decir nos atamos a ideas de como tiene que ser algo sin poder abrirnos a la novedad de la resurrección. Aún teniéndolo enfrente, no podemos reconocer que eso, esa realidad que se nos presenta es Jesús mismo resucitado en mí vida. La resurrección trae sorpresas y novedades, nuevos caminos a nuestras vidas… nuevas misiones.